martes, 14 de abril de 2009

Sinécdoque Second Life


Napoleón: La noción de artificialidad pierde sentido, se devalúa de inmediato. Todo es artificial en Second Life. No existe nada que no tenga su origen en un programa, incluso las catástrofes. Me pasó esta semana: estaba conversando con una avatar cuya ejecutante vive en Roma, y me comentaba sobre las impresiones del espantoso terremoto. En el metaverso, los siniestros obedecen invariablemente a un plan digital, humano. A una puesta en escena.

Dolcemare: Una representación. Un avatar es un suplente. El orden de Second Life es el de un espejo, un reflejo. Sin embargo, en este planeta digital los espejos son lo único que no pueden replicarse. No conocemos la tecnología que los haga posible. Second Life es un mundo sin espejos.


N.: Todo un símbolo. Un mundo-espejo donde los espejos no existen.

D.: Un planeta que despierta tanta sensación de película, de entorno cinematográfico, pero en el cual no hay pasaje. Un hipotético Lewis Carroll digital debería indagar en otros portales.

N.: En nuestro entorno físico la tecnología también señala todo el tiempo un límite de posibilidad. Pero con menor flexibilidad. Las consecuencias, invariablemente, van más allá de lo meramente visible. Tras un avatar nos atrevemos a todo. Nos permitimos interactuar de otro modo.


D.: Me quedé pensando en el suplente, en el sustituto. El anonimato que habilita al avatar abre campos de comportamiento que serían peligrosos (y costosos) en Real Life. Volvemos a lo mismo: al avatar como ejercicio diferencial de conducta.

N.: Ese es el punto. La actuación de un avatar no es la de un ser humano de carne y hueso. Es decir, lo es pero en circunstancias que son digitales, programables, y eso genera una diferencia abismal. Otro tipo de amenaza, de resguardo.

D.: La digitalidad está tan lejos de la perfección como el mundo físico. Es más, produce otro tipo de imperfecciones. Siempre ponemos en evidencia otros criterios de imperfección.


N.: Las imperfecciones no son sino índices de vitalidad. De vitalidad programada, en este caso, pero vitalidad al fin.