domingo, 3 de mayo de 2009

Post-autonomía


Un concepto es un paisaje: un estado de interrogación. No un plan de acción, ni dinámica de dominio. Elijo siempre nuevas inestabilidades y desarreglos antes del dogma urgente, del estado cerrado, invariablemente conclusivo.
La post-autonomía, entonces, como una pregunta por los abusos y fatigas de la autonomía. No necesariamente la superación (¿por qué la autonomía no iba a sernos útil, aún?) sino de testeo. El arte moderno se encerró demasiado pronto sobre sí mismo. El idiolecto fatiga, no comunica como nos gustaría. La autonomía (para muchos) reclamaba puentes. Esos puentes son su flexibilidad, su inclinación post.


Autonomía siempre fue proyecto, política, plan de acción, protección. La autonomía generó suposiciones de valor. Pero lo cierto es que sigue sosteniendo muchas alternativas que apenas subsistirían segundos por fuera de su pecera.
Sigo observando dos comportamientos contemporáneos en las artes: aquellos que se aplican en proseguir el andar del arte moderno y esos otros que investigan y buscan y exploran justo en aquello que los campeones del arte moderno fueron apartando. Sigo de cerca aquellas apuestas donde ambos mundos aparecen mezclados, contaminados unos en otros. Síntesis difiere de mezcla: en ésta última no necesariamente sucede la fagocitación.
Me interesa más la convivencia, la persistencia, las tradiciones que se alimentan sin diluirse, que las que necesitan imponerse sobre las otras o entremezclarse hasta la indiferenciación.


Por último, prefiero en todos los casos avanzar alimentando dudas que taxidermizando definiciones. Lo provisional no es un elemento de elección, sino el estado del universo en que vivimos.